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miércoles, 26 de octubre de 2011

Cayuco .¿Esperanza o Desesperanza? "prefacio"







 “A menudo uno encuentra el destino en el mismo camino que se eligió para evitarlo”.

Esta es una contribución personal, como africano que vive a diario este drama humano a contornos inhumanos que sufre mi pueblo en su carne, y cuyo deseo es sola y únicamente vivir mejor en un mundo de paz, de justicia y tolerancia.

No viví con ellos en su larga y dolorosa travesía del desierto sahariano ni en los bosques a las cercanías de Melilla, enclave español dentro del territorio marroquí. Tampoco compartí con ellos la agónica travesía del Atlántico rumbo a las Islas Canarias. Sin embargo, fui testigo de la llegada de numerosos cayucos a las costas de Tenerife - uno de los principales puntos de caída de la emigración clandestina -, en los centros de ayuda de inmigrantes, donde pude recoger testimonios que estremecerían a los corazones más estoicos. Vi desembarcar, día tras día, cayucos llenos de hombres, niños, chicas, mujeres embarazadas, de nacionalidades africanas diversas. Vi a algunas de estas mujeres dar a luz en condiciones inhumanas. Vi cómo la sal marina devoraba la piel de estos cuerpos verdes, que llegaban agonizantes a las costas tinerfeñas. Vi a estos hombres, mujeres y niños compartir su embarcación con los cadáveres de sus propios hermanos, hermanas, mujeres o amigos. Vi a hombres, mujeres y niños morir en la puerta del paraíso sin poder entrar en él. Vi a hombres que habían empezado a saborear las delicias del Eldorado en los centros de acogida provisional, de las que se vieron privados repentinamente para ser repatriados a su tierra, sin más.

¿ Pero, qué es lo que les atrae para tomar tantos riesgos hasta comprometer su propia existencia? "¡El Eldorado Europeo!", podríamos pensar a primera vista. Pero cuando nos acercamos más a esta gente, nos damos cuenta de que sus motivaciones son mucho más profundas y nos hacen reflexionar y ver las cosas de otro punto de vista.

África convertida en un continente  magullado por tantas guerras asesinas, la huida hacia Europa para tomar por asalto esta “ciudadela de la riqueza y del bienestar” es lo único que aún les ofrece la probabilidad de supervivencia a estas numerosas poblaciones abandonadas a sí mismas, que el instinto de conservación empuja a enfrentarse con las situaciones más atroces. Pero, escuchar a un nativo de Senegal o de Malí, países relativamente pacíficos y estables, decir que se fueron para evitar la muerte, nos parece un poco alucinante. ¿ Es, pues, que África se habría convertido en ese ogro o monstruo que devora a sus hijos después de haberlos parido? Creo que no, pero es porque África, dirigida por un puñado de personas que se ha apoderado de todas sus riquezas, les ha cerrado las puertas de la felicidad, ofreciéndoles sólo la posibilidad de morir temprano, abreviando así su sufrimiento, o seguir viviendo el infierno sobre la tierra, en una miseria impresionante, que empeora día tras día. De modo que la muerte física se convierte para ellos casi en una delicia, comparándola con la otra que viven, lenta, dolorosamente lenta, dejándole a su descendencia el único bien que realmente era suyo en la vida: la miseria.

A pesar de todo, el Destino o su destino, no termina de ensañarse con ellos,  transformando sus sueños de repente en pesadilla a la vuelta de un oasis seco en el desierto, en la nada azul que ondea con rabia, en la playa negra del Sueño perdido o delante de la Verja donde vinieron a estrellarse tantas esperanzas mortinatas. Así que, ¿de verdad, vale la pena arriesgarse la vida, aunque algunos se empeñan en decir, con razón o sin ella, que " hay mucho que ganar cuando no se tiene nada que perder" ?

Pienso que los "candidatos al suicidio colectivo" deberían saber, de una vez por todas, que la Europa actual es lejos de ser ese Eldorado tan idealizado. Y no ser consciente de tal realidad es de una irresponsabilidad solo medible por el tamaño de su inconsciencia. Los Gobiernos africanos también deben tomar sus responsabilidades, garantizando el derecho al trabajo a sus ciudadanos, su protección contra todo tipo de discriminación, la dignidad humana y la igualdad de todos ante la ley, entre otras medidas. De igual forma, Europa debería aportar su contribución a la solución definitiva de esta plaga, abordando esta problemática de modo humano, intentando entender la desesperación de los emigrantes y sobre todo asumiendo su culpa en el empobrecimiento del continente negro, de lo contrario sería inhibirse de sus responsabilidades ante un drama en el que tiene mucho que ver, por lo menos históricamente.

   Prefacio ,Realizado por el profesor  Alioune Badara Thiam, traductor de mi libro al idioma francés



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